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lunes, 25 de abril de 2016

La dieta del bienestar

La dieta del bienestar

Te traemos cómo tu ánimo y cerebro determinan lo que comes y viceversa.




 Conoce los mejores alimentos para tu bienestar, y los peores.
Llega el verano y con él la necesidad de deshacerse de los kilitos de más porque, a mayor temperatura, menos ropa, y más ganas de enseñar piel. Entonces empieza la presión para probar la última dieta del momento que si menos carbohidratos y más proteínas... Pero ahora los investigadores agregan otras cosas que hay que poner en la balanza. Más que el peso importa el grado de bienestar.
Hay evidencias científicas de que lo que comemos influye en nuestro estado de ánimo debido a la química cerebral. Pero también parece haberlas sobre cómo nuestras emociones influyen en qué, cuándo y cómo comemos. El bariatra Daniel Díaz dice que "la mejor forma de saber qué tan estresados estamos es volteando a ver qué tanto abdomen tenemos: a mayor diámetro de cintura, mayor estrés".
También está comprobado que este estado anímico nos lleva a un aumento de segregación del cortisol, otro causante directo del aumento de peso.
Cuando estamos bajo estrés nuestros cuerpos liberan cantidades importantes de esteroides en la sangre en forma de cortisol. El problema radica en que los esteroides aumentan notablemente la capacidad de almacenamiento de grasa", menciona el Díaz. Así que lo que hay que hacer es reducir el estrés y la ansiedad para adelgazar.
Pero la implicación de nuestras emociones en lo que comemos también reside en nuestro cerebro. El neurofisiólogo Paul McLean aseguró que nuestro cerebro era en realidad tres: el neocórtex, o cerebro pesante (en el que almacenamos las creencias); el límbico o cerebro emocional (casa de las emociones), y el reptiliano, o ejecutor (el que controla las funciones automáticas de nuestro organismo). Así que, para arreglar cualquier problema nutricional, deberemos “actuar” en los tres.
Para elevar el estado de ánimo y bienestar se debe optar por los alimentos ricos en triptófano (un aminoácido que, según los científicos, estimula la producción de serotonina) podrían hacernos felices. La doctora Pilar Senpau, experta en nutrición y cerebro, y autora del libro Los frutos de la vida. Frutos y verduras para ser feliz, lo explica a la perfección:
Todos nosotros tenemos unos neurotransmisores esenciales para la actividad cerebral, que necesitan, a su vez, de una materia prima que está en los alimentos. La serotonina, un neurotransmisor, necesita el triptófano, un aminoácido esencial, para funcionar. Pero nuestro cuerpo no lo fabrica, así que, para obtenerlo, tenemos que comer alimentos que lo contengan”.
Este neurotransmisor proporciona la sensación de bienestar que nos hace sentir más felices y relajados, y lo encuentras en eaguacate, el plátano, el pavo y el queso. Lo que pasa es que la serotonina, para entrar en el cerebro, necesita azúcares. Por eso, cuando estamos nerviosos, lo primero que hacemos es acudir a alimentos que tienen hidratos de carbono, para que rescaten el triptófano que tenemos ‘vagando’ por nuestra sangre y lo lleven hasta el cerebro, donde se convertirá en serotonina.
No obstante, hay algunas sustancias que influyen en cómo percibimos nuestro bienestar. Por ejemplo, las frutas tienen grandes cantidades de vitamina C y ésta es fundamental para que los aminoácidos se conviertan en neurotransmisores. Sin ella no generaremos la oxitocina y la serotonina que nos dan la sensación de felicidad. Por ejemplo las naranjas son antiestresantres y fortalecen la memoria.
En el lado contrario, es decir, entre los  alimentos que nos hacen más infelices están las grasas. De hecho, en esto el neurólogo Richard Wurtman es tajante:
Quienes consumen una gran cantidad de grasas se convierten en zombis emocionales”.
Sin embargo, cuando pensamos en darnos una comilona, un homenaje en el que nos sentiremos muy bien, a menudo incluimos comida “basura” y grasas saturadas en esta mesa imaginaria aunque éstas no segregen serotonina. Esto tiene que ver con las cargas emocionales que le damos a la comida. Por ejemplo, "muchos atribuyen al pan dulce efectos hedónicos, pero esto es psicológico porque las harinas no poseen ninguna sustancia con efectos biológicos que expliquen el placer", menciona el doctor Díaz.

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