Las lesiones deportivas, o producidas por el deporte, son habituales entre deportistas y otras personas que practican deporte. Ciertas lesiones que tradicionalmente se consideran deportivas también pueden afectar a personas que no hacen deporte. Por ejemplo, las personas que trabajan en la construcción y en fábricas a menudo desarrollan «codo de tenista» (epicondilitis) aunque nunca hayan jugado a tenis.
Practicar deporte siempre conlleva el riesgo de sufrir lesiones. Cuando se practica algún deporte las lesiones suelen aparecer si no se ha hecho un calentamiento adecuado (ejercitar y estirar los músculos a un ritmo relajado antes de realizar una actividad intensa, véase Calentamiento).
Los músculos y los ligamentos se lesionan cuando se someten a esfuerzos superiores a su capacidad. Por ejemplo, se pueden lesionar si son demasiado débiles o se tensan mucho se cuando hace ejercicio. Las articulaciones son más propensas a sufrir lesiones cuando los músculos y los ligamentos que las soportan son débiles, así como cuando han sufrido un esguince.
Las diferencias individuales en la constitución del cuerpo pueden hacer que algunas personas sean más propensas a sufrir lesiones deportivas al cargar partes del cuerpo de manera desigual. Por ejemplo, cuando las piernas tienen distinta longitud, la fuerza en las caderas y en las rodillas es desigual, lo que provoca mayor tensión en un lado del cuerpo.
La pronación excesiva (giro excesivo hacia dentro) del pie, en el momento en que este se apoya en el suelo, puede producir dolor tanto en el pie como en la rodilla. Cierto grado de pronación es normal y evita las lesiones, ya que ayuda a distribuir la fuerza en todo el pie. Las personas con una pronación excesiva tienen el pie tan flexible que el arco interno se aplana, haciendo que la parte interna del pie casi toque el suelo cuando caminan o corren, dando la impresión de que tienen los pies planos. Un corredor con pronación excesiva puede presentar dolor en la rodilla cuando corre largas distancias porque la rótula tiende a girarse hacia fuera cuando el pie gira hacia dentro. Esta posición a su vez ejerce una tensión excesiva sobre la cara anterior de la rodilla.
La alteración contraria, la escasa pronación, puede aparecer en personas con tobillos rígidos. En estas personas, el pie parece tener un arco muy elevado y no absorbe bien el impacto, con lo que aumenta el riesgo de que se produzcan pequeñas fisuras en los huesos de los pies y las piernas (lesiones por fatiga).
La manera en que las piernas están alineadas puede producir dolor, en especial en mujeres de caderas anchas. En estas mujeres la rótula tiende a desplazarse hacia fuera de la línea media del cuerpo. Esta tensión sobre la rótula produce dolor.
En general, las lesiones deportivas se pueden dividir en cuatro categorías:
Sobrecarga
Trauma directo (por ejemplo, caídas y placajes)
Fracturas y luxaciones
Sobrecarga
Una de las causas más comunes de las lesiones deportivas es la sobrecarga (desgaste y desgarro excesivo). Las lesiones por sobrecarga se deben a menudo a una técnica defectuosa, pero las personas con sobrepeso y las obesas pueden presentar un riesgo mayor de lesiones por sobrecarga causadas por el aumento de la carga en los huesos y las articulaciones. Un ejemplo de técnica inadecuada es correr a lo largo del mismo lado en una pista peraltada. El impacto reiterado sobre un pie produce una diferencia en las fuerzas aplicadas sobre las caderas y las rodillas. Esta diferencia aumenta el riesgo de lesión en el lado de mayor impacto, así como en el otro lado al intentar compensar el desequilibrio de fuerzas.
Algunos deportistas aumentan la velocidad o la intensidad de sus entrenamientos con demasiada rapidez, lo que hace que los músculos se sobrecarguen. Por ejemplo, los corredores que aumentan la velocidad o la distancia demasiado rápido durante el entrenamiento, sobrecargan las piernas, las caderas o los pies. Esta tensión adicional a menudo termina provocando esguinces y fracturas por fatiga, en los huesos.
Algunos deportistas entrenan excesivamente un grupo de músculos sin fortalecer por igual el grupo opuesto, dando lugar a desequilibrios que pueden contribuir a las lesiones.
Otro factor que contribuye a las lesiones es la recuperación inadecuada después de un entrenamiento. El hecho de no dejar de hacer el ejercicio cuando empieza el dolor (entrenar con dolor) también favorece la aparición de lesiones. Continuar con el ejercicio cuando se siente dolor lesiona más el tejido muscular y conjuntivo, aumenta la lesión y retrasa la recuperación; por el contrario, el reposo permite la recuperación.
Traumatismo por contusión
Los traumatismos en el deporte pueden dar lugar a hematomas, conmociones y fracturas. Este tipo de lesión suele deberse a colisiones fuertes con otros deportistas u objetos (por ejemplo, el placaje en el rugby o el bloqueo contra las barandas en el hockey), caídas y golpes directos (como en el boxeo y en las artes marciales).
Fracturas y luxaciones
Las fracturas de huesos y las luxaciones (dislocación de una articulación) son lesiones graves que requieren atención médica inmediata. Las personas que sufren estas lesiones, a menudo tienen un miembro deformado, dolor intenso e disfunción en la extremidad o la articulación, y deben ser sometidos a pruebas diagnósticas como radiografías. Cuando la persona cree que tiene una fractura o una luxación, debe inmovilizar el miembro «en la posición en la que se encuentra», sin moverlo, y acudir a un centro de urgencias.
Las fracturas por fatiga son fisuras pequeñas en el hueso causadas por lesiones por fatiga repetidas. Son más frecuentes en los pies o en los huesos largos de las piernas. Pueden no existir signos de lesión y no siempre aparecen en las radiografías. El único síntoma es el dolor cuando el sujeto trata de cargar peso sobre el pie lesionado (véase Fracturas del pie por fatiga).
Esguinces y distensiones
Los esguinces y las distensiones se producen habitualmente al hacer un esfuerzo repentino, sobre todo corriendo, particularmente con los cambios bruscos de dirección (por ejemplo, al regatear o evitar a otros jugadores en el fútbol). Estas lesiones también son comunes en el entrenamiento de fuerza, cuando el deportista deja caer o baja bruscamente las pesas, en vez de moverse lenta y suavemente con tensión controlada de forma constante.
Niños y lesiones deportivas
Cada año, en Estados Unidos, se producen alrededor de 3,5 millones de lesiones deportivas en niños menores de 14 años. Como cada vez más niños participan en actividades deportivas organizadas, y comienzan a participar a edades cada vez más tempranas, el riesgo de lesiones deportivas es mayor, sobre todo por sobrecarga. Este riesgo es especialmente elevado en los niños que participan un solo deporte todo el año, que pasan de una temporada deportiva a la siguiente sin descanso, o en los que juegan en equipos de alto nivel. Algunos niños intentan jugar cuando están lesionados por temor a ser relegados del equipo.
En general se aplican las mismas pautas de prevención de lesiones a los niños y a los atletas adultos, incluyendo el cribado de niños y adultos para las afecciones preexistentes que pueden hacer que el ejercicio sea peligroso y la necesidad de técnicas adecuadas de calentamiento y estiramiento. Algunos expertos creen que los niños menores de 10 años deben participar en una amplia gama de actividades en lugar de especializarse en un solo deporte. La especialización puede hacer que los niños desarrollen en exceso solo un grupo de músculos, aumentando el riesgo de lesiones.
Es muy importante el uso de un equipo adecuado que esté correctamente ajustado. El equipamiento de seguridad como cascos, protección ocular, protectores bucales, rodilleras y coderas indicados para cada deporte puede ayudar a evitar lesiones.
Algunos deportes tienen normas específicas sobre la cantidad de tiempo que los niños pueden entrenar o jugar. Por ejemplo, en el béisbol se ha establecido un número de lanzamientos basado en la edad del lanzador.
El dolor durante una actividad o el dolor excesivo tras la misma pueden ser indicios de una lesión por sobrecarga. El hecho de que se necesiten hielo y analgésicos tras el ejercicio puede ser indicativo de una lesión. Si el dolor o las molestias originan cambios en la marcha, en la mecánica del cuerpo o en la técnica del deporte, puede sobrevenir un problema de sobrecarga. Algunos niños no se quejan de dolor, pero consiguen menos logros o disfrutan menos con el deporte y experimentan cambios de humor o en el rendimiento escolar.
En las adolescentes, tener antecedentes de fractura por fatiga puede ser signo del síndrome de la tríada de la mujer deportista:osteoporosis, alteraciones menstruales y una dieta inadecuada. Aunque ningún deportista es inmune a las consecuencias de una nutrición inadecuada, las mujeres jóvenes que tienen mayor riesgo son las que participan en actividades de resistencia o deportes de «espectáculo», como el patinaje artístico, la gimnasia o la danza.
Síntomas
Diagnóstico
Para diagnosticar una lesión deportiva, hay que averiguar el lugar y el modo en que se produjo la misma, así como el tipo de actividades recreativas u ocupacionales que la persona ha realizado últimamente o de manera habitual, y si hubo cambios en la intensidad de esa actividad. Pueden preguntar si se han tomado ciertos antibióticos que aumentan el riesgo de lesión en el tendón (por ejemplo, ciprofloxacina o levofloxacina). Se examina la zona lesionada y
si es necesario se deriva a la persona a un especialista para realizar otras pruebas. Las pruebas diagnósticas pueden ser radiografías, tomografía computarizada (TC), resonancia magnética nuclear (RMN), ecografía, gammagrafía ósea, densitometría ósea (DEXA) y electromiografía (EMG).
Prevención
Las medidas generales que contribuyen a aumentar la seguridad durante el ejercicio, incluyendo un cribado de niños y adultos adecuado para enfermedades preexistentes que hacen que el ejercicio sea peligroso, calentamiento, enfriamiento e hidratación adecuados, se discuten en otro apartado. El ejercicio en sí ayuda a prevenir lesiones ya que los tejidos se hacen más resistentes a los esfuerzos de las actividades intensas.
El uso de un equipo adecuado puede ayudar a prevenir lesiones. Por ejemplo, llevar cascos y protectores bucales protege de las lesiones mientras se juega al fútbol americano. Para los deportistas que corren, es esencial utilizar un buen calzado. Las zapatillas para correr deben tener un contrafuerte rígido en la zona que rodea el talón para controlar el movimiento de la parte posterior del pie, un soporte en el empeine para evitar la pronación excesiva, y una abertura acolchada para apoyar el tobillo.
Las plantillas ortopédicas para el calzado a veces pueden corregir los problemas del pie (por ejemplo, la pronación excesiva). Las plantillas, que pueden ser flexibles, semirrígidas o rígidas, y pueden variar en longitud, deben ajustarse a unas zapatillas adecuadas. La zapatilla debe tener suficiente espacio para que la plantilla ortopédica pueda reemplazar a la original.
Parar el ejercicio al primer signo de dolor, que precede casi siempre a las lesiones por sobreesfuerzo, limita el daño que puedan sufrir los músculos y los tendones.
Después de sufrir una lesión deportiva, los deportistas suelen querer saber cuanto antes cuándo podrán reanudar la actividad. El tiempo de recuperación depende de la gravedad de la lesión. En principio, el entrenamiento de las zonas lesionadas debe ser de baja intensidad para fortalecer progresivamente los músculos débiles, los tendones y los ligamentos, y prevenir una nueva lesión. A menudo, los deportistas tienen que adaptar su técnica para no volver a lesionarse. Por ejemplo, un deportista que practica alguna especialidad con raqueta y padece codo de tenista (epicondilitis) puede necesitar ajustar su técnica con la raqueta.
Tratamiento
El tratamiento de las lesiones deportivas es similar al de las lesiones no deportivas.
Tratamiento inicial
Las medidas inmediatas para casi todas las lesiones se conocen en conjunto como PRICE (protection, rest, ice, compression, and elevation):
La protección incluye dejar reposar inmediatamente y utilizar una férula en la zona lesionada para minimizar la hemorragia interna y la hinchazón, y prevenir un daño mayor (ver figura Técnicas habituales para inmovilizar una articulación).
La parte lesionada se hincha debido a la extravasación de líquido de los vasos sanguíneos. El hielo produce una vasoconstricción que reduce la fuga y contiene la hinchazón. También contribuye a disminuir el dolor y las contracturas musculares al limitar la lesión de los tejidos.
El hielo y las compresas frías no se deben aplicar directamente sobre la piel, ya que hacerlo puede irritarla o lesionarla. Se deben envolver (por ejemplo, en plástico) y colocarse después sobre una toalla. Para mantener el hielo inmóvil al tiempo que se eleva la zona lesionada, se puede rodear con algún vendaje elástico. El hielo se retira a los 20 minutos, se retira durante otros 20 o más y se aplica otra vez durante otros 20 minutos. Este proceso puede repetirse varias veces durante las primeras 24 horas.
Se aplique o no hielo, proteger la parte lesionada con un vendaje elástico compresivo restringe la hemorragia interna y la hinchazón. Este vendaje se mantiene hasta que la lesión sane.
El área lesionada debe elevarse por encima del nivel del corazón para que la gravedad ayude a drenar el líquido acumulado que causa hinchazón y dolor. Si es posible, se debe elevar todo el miembro afectado para facilitar el drenaje desde la zona lesionada hasta el corazón. Por ejemplo, en una lesión en la mano, además de esta, debe elevarse el codo.
Se pueden utilizar analgésicos para disminuir el dolor. El paracetamol (acetaminofeno) suele ser eficaz para el dolor, pero no reduce la inflamación. Los fármacos antiinflamatorios no esteroideos (AINE), como el ibuprofeno o el naproxeno, se pueden utilizar para el dolor y la inflamación, pero suponen más riesgo de producir efectos secundarios (generalmente molestias estomacales) que el paracetamol (acetaminofeno). Si el dolor es fuerte o persiste más de 3 días, se recomienda una evaluación médica.
Como tratamiento complementario al tratamiento PRICE para aliviar el dolor y la inflamación, pueden inyectarse corticoesteroides en la articulación lesionada o en el tejido circundante. Sin embargo, estas inyecciones (que pueden retrasar el proceso de curación, aumentar el riesgo de lesión del tendón o del cartílago y permitir que la persona utilice la articulación lesionada antes de que se haya curado por completo, quizá agravando así la lesión) deben ser administradas por un médico.
Rehabilitación
Después de la curación de la lesión inicial, la persona debe rehabilitar la zona afectada antes de reanudar la actividad que la originó. La rehabilitación puede consistir en programas profesionales llevados a cabo bajo la supervisión de un fisioterapeuta o un entrenador, o en realizar de ejercicios de fortalecimiento y de acondicionamiento sin supervisión. Algunas veces, el fisioterapeuta proporciona instrucciones para que el deportista haga ejercicios por su cuenta. Los fisioterapeutas, además de ejercicios terapéuticos, pueden incorporar calor, frío, corrientes eléctricas, ultrasonidos, tracción o ejercicios en el agua al plan de tratamiento (véase Rehabilitación). El tiempo de la terapia depende de la gravedad y de la complejidad de la lesión.
Se debe evitar el deporte o las actividades que provocaron la lesión, o bien modificarlos hasta que esta se haya curado. La inactividad total provoca pérdida de masa muscular, de fuerza y de resistencia. Por lo tanto, es preferible sustituirlas por actividades que no exijan un esfuerzo en la zona lesionada, en lugar de permanecer en una completa inactividad física. Las actividades que pueden sustituir a la habitual pueden ser montar en bicicleta, nadar y remar cuando se ha lesionado la pierna o el pie; o nadar y montar en bicicleta cuando está lesionada la parte inferior de la espalda.
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