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martes, 18 de octubre de 2016

Las lesiones, mi mayor pesadilla

 Cuando Diario de Navarra me ofreció la oportunidad de colaborar en este blog, automáticamente pensé: “Genial. ¡Me encanta la idea de contar mis experiencias en el Diario de un corredor!”. Me sentí súper afortunada e ilusionada.
Pero tras la euforia inicial, a continuación, me vino a la mente una palabra: lesión, esa palabra tan temida por los deportistas y con la que convivo desde hace un tiempo. Entonces, en ese momento, me invadió una sensación de rabia y de incertidumbre. ¿Cómo iba a empezar un blog sobre correr estando lesionada?
Pero, poco después, lo vi desde otro punto de vista. Los “korrikolaris” no vivimos en un mundo rosa en el que todo es perfecto. Las lesiones, ya sean por un desgaste o por una caída, están presentes en muchos momentos de nuestra vida. De hecho, aparecen en el momento que menos te lo esperas (normalmente coincide, además, cuando mejor estás y más fuerte te encuentras). Por eso, cada día que salgo a correr intento disfrutar a tope, ya que no sé si al día siguiente podré volver a hacerlo.
Hace ya unos meses que empecé a notar un dolorcillo en la rodilla. Fue durante una de mis salidas corriendo. En un primer momento continué, quise darme un poco de margen para ver si se pasaba rápido (a veces me aparecen pequeñas molestias momentáneas que se van tal cual han venido). Pero, después de un rato, el dolor no desaparecía. Decidí parar durante unos días a ver si se trataba de algo puntual y fugaz. Después de una semana de reposo, volví a probar, muy cauta. Pero al cabo de 10 minutos apareció. Al mes volví a intentarlo, y ahí seguía. Me empezó a entrar una angustia… En ese momento me vinieron mil cosas a la cabeza (todas negativas, claro) y una infinidad de preguntas: ¿Hasta cuándo tendré que estar parada? ¿Qué es lo que tengo? ¿Me recuperaré del todo o tendré alguna secuela? ¿Podré volver a correr o ya nunca más?
No es la primera vez que estoy lesionada. Lo positivo que he sacado es que, después de alguna que otra lesión, he ido aprendiendo. La primera vez que me lastimé me negaba a mí misma que estaba lesionada y hacía como el avestruz. Todo por no parar, por supuesto. Me resistía a descansar una temporada, el tiempo que fuera necesario para recuperarme. Pero, evidentemente, mi lesión no sólo no despareció sino que, además, fue a peor. Ahora ya he aprendido y, en cuanto me noto algo, paro. Paso de que degenere y derive en algo mucho peor. Total, tarde o temprano voy a tener que parar. Así que mejor antes que después.
lesiones

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