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martes, 30 de agosto de 2016
viernes, 26 de agosto de 2016
Estos son los únicos 4 ejercicios que realmente necesitamos
Todos sabemos cómo el ejercicio es la única manera de mantener nuestro cuerpo en buena forma. Estos son algunos excelentes ejercicios que son fáciles de hacer y pueden ayudarle a mantenerse en buena forma.
Estos le daran una completa tonificación al cuerpo también mejorará el estado de ánimo y energía. Las personas hacen ejercicio para mantenerse en forma y bajar de peso. Así que estos ejercicios sin duda te ayudarán.
1.Ejercicio de la silla:
Es necesario sentarse en el borde de una silla firme con las piernas juntas y las rodillas dobladas con los pies apoyados en el suelo. Colocar las manos sobre 6 pulgadas de distancia a cada una de las rodillas y agarrar los bordes de la silla. Deslice el tope de la parte delantera de la silla por la parte superior del cuerpo directamente hacia abajo. Mantenga los abdominales aspirados y la cabeza centrada entre los hombros. Dobla los codos y bajar el cuerpo en línea recta. Cuando los brazos estén paralelos al suelo, empujar hacia arriba.
2. Flexiones:
Comenzar en la posición de flexión de brazos con las manos directamente debajo de los hombros y tu cuerpo en una línea. Doble los codos hacia el lado y bajar el cuerpo de modo que estecasi tocando el suelo. Mantenga los abdominales contraídos y mantener el cuerpo en una línea recta.
3. Ponerse en cuclillas:
Tus pies deben estar paralelos y anchura de las caderas. Dobla las rodillas y baja tu cuerpo en una posición de cuclillas. Manten las rodillas detrás de los dedos del pie. Cuando tus rodillas estén a 90 grados, para.
4. Plancha:
Mantener una posición de flexión de brazos con tu peso sobre las puntas de los pies y las manos, las muñecas directamente debajo de los hombros, los brazos rectos, y el cuerpo en línea recta. Mantener esta posición durante todo el tiempo que puedas.
DÓNDE ESTÁ EL LÍMITE ENTRE LA AFICIÓN Y LA ADICCIÓN EN LA LARGA DISTANCIA
El binomio deporte-salud se nos ha ido de las manos. Cuando hace décadas los profesionales de la medicina empezaron a recomendar la actividad física como herramienta de salud, nadie pensaba en horas de entrenamiento diario ni en competiciones de larga distancia. Actualmente no existe ninguna duda que grandes volúmenes de entrenamiento cardiovascular no es lo más adecuado para la salud física, pero a nivel de la salud mental, el deporte de larga distancia aporta muchos beneficios. Además de aumentar el bienestar y la autoestima, los retos deportivos de tal envergadura aportan fortaleza mental y capacidad para afrontar y resolver problemas fuera del terreno deportivo. Se ha demostrado que los asiduos al deporte de larga distancia son más eficientes, eficaces y resolutivos a nivel laboral. Pero este beneficio psicológico constituye un arma de doble filo, si no se gestiona adecuadamente, puede ser el origen de una enfermedad mental llamada adicción al deporte.
Si eres un apasionado de la larga distancia, seguro que te han dicho más de una vez que estás "loco", "mal de la cabeza", "enfermo", lo que en términos psiquiátricos se llama adicción al deporte. Ser un adicto, ya sea al deporte o a cualquier otra actividad o sustancia, constituye una enfermedad mental, y como todas, tiene serias implicaciones. No se puede poner esta etiqueta a un atleta gratuitamente, basándose en la cantidad de tiempo que invierte en el deporte ni al hecho de que realice competiciones de extrema dureza. Existen unos criterios que separan la afición de la adicción relacionados con aspectos psíquicos del atleta que van más allá del tiempo que invierte en su afición y de la dureza de las competiciones que afronta. Hoy hablaremos de límites que separan la afición sana de la adicción patológica a la larga distancia y al deporte en general.
Conviene que todos tengamos claro que ser apasionado de la larga distancia no es sinónimo de ser un adicto al deporte ni tener ninguna enfermedad mental. Aunque es cierto que excedemos en mucho la dosis de ejercicio recomendada para mantener la salud, esto no nos convierte en adictos o enfermos mentales.
Conviene que todos tengamos claro que ser apasionado de la larga distancia no es sinónimo de ser un adicto al deporte ni tener ninguna enfermedad mental. Aunque es cierto que excedemos en mucho la dosis de ejercicio recomendada para mantener la salud, esto no nos convierte en adictos o enfermos mentales.
EFECTOS CEREBRALES DEL DEPORTE
Los efectos mentales del deporte se producen a nivel psicológico y a nivel bioquímico y son los responsables de que sea una actividad potencialmente adictiva.
Efectos bioquímicos
Mientras practicamos actividad física, para contrarrestar el sufrimiento que ésta genera, el organismo produce endorfinas o opiáceos endógenos, sustancias derivadas de la morfina que producen los mismos efectos, sensación de bienestar, euforia y placer. El ejercicio también aumenta los niveles de dopamina y serotonina, neurotransmisores relacionados con el bienestar psíquico, lo que convierte al deporte en el mejor antidepresivo. Los deportes de resistencia son los que generan mayor cantidad de endorfinas y catecolaminas (adrenalina, dopamina y derivados) y por esto son los más adictivos.
Efectos psicológicos
La motivación que nos lleva a practicar ejercicio se divide en intrínseca, que es aquella que proviene de uno mismo, y extrínseca, la que proviene del entorno del deportista.
Dentro de la intrínseca: Los motivos internos que nos mueven a realizar deporte están relacionados con la necesidad de diversión y de placer que éste nos proporciona. El deporte eleva el estado de ánimo y mejora nuestras relaciones personales. Por otro lado, en la motivación extrínseca: El entorno refuerza nuestra motivación mediante el respeto y la admiración que muestra frente al deportista. No hay más que ver el espectáculo que genera el público en cualquier competición deportiva.
CONCEPTO DE ADICCIÓN Y ADICCIÓN AL DEPORTE
Adicción
Una adicción se define, según el DSM –V (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders o Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) por:
- Conducta a la que cada vez se dedica más tiempo.
- Ocupa un porcentaje muy alto y desproporcionado de nuestro tiempo respecto otras actividades.
- Incapacidad para controlarla o abandonarla a pesar de intentarlo.
- Se reducen drásticamente otras actividades personales, sociales, familiares y laborales.
- Se continúa realizando a pesar de haber consecuencias negativas.
Antes de llegar a la adicción, se pasa por una serie de fases. Primero se prueba algo y gusta (fase "apetitiva"), se repite ("ejecutiva"), se empieza a abusar hasta la saciedad ("saciedad"), se intenta abandonar pero el hábito vence a la voluntad ("abstinencia") y finalmente se entra en la etapa de "adaptación" en la cual la droga se abandona, se mantiene o se agrava.
Adicción al deporte
La adicción al deporte no está catalogada como tal en los manuales de diagnóstico clínico y todavía existen pocos estudios al respecto puesto que se trata de un fenómeno relativamente reciente. Se trata de una adicción sin sustancia, similar a la adicción al trabajo (workaholic), a las compras (shopaholic), a internet, etc.
Los afectados sufren la necesidad de practicar ejercicio físico más allá de lo necesario para mantener su forma física o para cumplir un plan de entrenamiento ajustado a sus necesidades y a la competición que preparan. Sienten impulsos irresistibles a realizarlo incluso cuando los compromisos laborales o personales lo impiden o hay fatiga o problemas de salud que lo desaconsejan. Todo ello deriva en un comportamiento compulsivo en cuanto al deporte con consecuencias físicas y psicológicas negativas.
Ciertos trastornos de personalidad pueden predisponer a la adicción al deporte, como el trastorno de personalidad narcisista y la baja autoestima.
Hay que diferenciar la adicción al deporte propiamente dicha de la vigorexia, mal llamada adicción al deporte, la base de la cual es una distorsión de la imagen corporal, con pensamientos y comportamientos obsesivos y negativos en relación a la apariencia física como el ejercicio exagerado, dieta inapropiada, consumo de sustancias peligrosas. En la vigorexia no existe una adicción al deporte en si sino que la actividad deportiva es una conducta compulsiva más para conseguir un cuerpo musculado.
En nuestro país existe un trabajo que concluye que el 18% de las personas que practican deporte asiduamente son adictas siendo los deportes aeróbicos como el running los que más dependencia generan, además del golf y pádel. También se han descrito perfiles adictivos en bailarinas y halterófilos, aunque estos últimos probablemente corresponden más a trastornos de la imagen corporal como la anorexia y vigorexia que a una adicción al deporte en sí. El Triatlón se ha convertido en la nueva "droga" de los ejecutivos y directivos, individuos que acostumbran a estar sometidos a altos niveles de estrés. Debido a la gran cantidad de adrenalina y endorfinas que se liberan durante la práctica del triatlón, tiene sentido que se haya puesto de moda entre este colectivo para los cuales es una excelente válvula de escape. Pero el beneficio puede convertirse "fácilmente" en una adicción dado que su elevado nivel de estrés, ambición y competitividad puede llevarlos a no tener nunca suficiente y querer siempre más.
La adicción al deporte tiene tres fases, una primera fase en que se practica por placer, una segunda en la que queremos mejorar nuestra belleza física, liberarnos del estrés o relacionarnos con otras personas (hasta aquí, afición sana) y la tercera fase, en la cual empieza el abuso y la necesidad y la afición se convierte en adicción.
LOS LÍMITES ENTRE LA AFICIÓN Y LA ADICCIÓN
Las características que diferencian la afición de la adicción al deporte son la dependencia, tolerancia y abstinencia, las tres características básicas de cualquier adicción.
Dependencia
La dependencia es propia de la adicción y se da cuando, al dejar de practicar deporte, aparecen sentimientos de culpa, depresión, irritabilidad, agitación, tensión e inquietud. Cuando no existe una adicción al deporte, se habla de compromiso con la actividad deportiva, al interrumpirla, no existe dolor ni frustración.
Tolerancia
Cuando existe dependencia a cualquier actividad o sustancia, aparece la tolerancia, que se refiere al hecho de necesitar cada vez dosis superiores de ejercicio para obtener los mismos efectos placenteros. Al empezar a hacer deporte, se libera gran cantidad de endorfinas pero, a medida que mejora la forma física y el sufrimiento deportivo es menor, se producen en menos cantidad, motivo por el cual hay que aumentar la dosis de ejercicio para mantener la misma cantidad de endorfinas. Y así se va incrementando día a día la intensidad y cantidad de deporte en un afán de mantener siempre el mismo nivel de endorfinas y placer.
Abstinencia
El síndrome de abstinencia es la constelación de síntomas psíquicos y físicos que aparecen a consecuencia de la retirada de aquello que te tiene enganchado. A nivel psicológico, los síntomas del síndrome de abstinencia al deporte son los mismos que para cualquier droga dura.
Dado que el deporte aumenta nuestro bienestar, seamos o no adictos, es normal que si nos vemos obligados a dejarlo, pasemos por un "momento de bajón" en el cual estemos de mal humor, irritables y ansiosos pero en un tiempo más o menos largo nos adaptamos y seguimos adelante con nuestra vida. Esto no es un síndrome de abstinencia sino una reacción normal a la retirada de una actividad que nos gustaba y a la cual estábamos acostumbrados. Si "el momento de bajón" se eterniza y la persona es incapaz de seguir adelante con su vida normal sin recibir tratamiento psiquiátrico o entrenar a escondidas, se trata de un síndrome de abstinencia.
En resumen, lo que marca la diferencia entre la afición y la adicción es la NECESIDAD ligada al no ser capaz de abandonarlo a pesar de saber que trae consecuencias negativas.
DETECCIÓN DE LA ADICCIÓN AL DEPORTE. ESCALA SAS-15
Al ser un problema relativamente reciente, la adicción al deporte no está catalogada en los manuales de diagnóstico clínico y hay muy pocos estudios. La escala SAS-15 (Sport Addiction Scale-15) se creó con el objetivo de detectar el riesgo de adicción al deporte en general y no sobre un deporte específico. Se trata de 15 ítems a los que hay que responder verdadero o falso. Esta escala se presentó y demostró su utilidad en la tesis doctoral de la enfermera y psicóloga clínica Virginia Antolín Adicción al deporte : Estandarización de la escala de detección. La Escala SAS-15 se considera útil para discriminar entre las personas deportistas que sufren o presentan riesgo elevado de adicción y las que no y se ha demostrado adecuada, válida y fiable para detectar, junto con el juicio crítico del profesional, la adicción al ejercicio en la población española.
En resumen, si sólo logras sentirte bien entrenando o compitiendo, si sientes que sin el deporte tu vida carece de sentido y que éste ha pasado a ser una necesidad vital sin la cual no puedes seguir adelante con tu vida normal, se puede afirmar que tienes un problema de adicción al deporte.
Fuente: Dónde está el límite entre la afición y la adicción en la larga distancia - Planeta Triatlón
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jueves, 25 de agosto de 2016
LOS BENEFICIOS CEREBRALES DEL EJERCICIO FÍSICO
Aunque la sabiduría popular reflejada en el viejo aforismo romano “Mens sana in corpore sano” reconocía ya la evidente conexión entre salud física y mental, sólo recientemente la comunidad científica ha prestado atención a la relación entre ejercicio físico y función cerebral. Al principio se pensaba que los efectos positivos del ejercicio físico se debían fundamentalmente a que el flujo de sangre al cerebro aumenta significativamente, con lo que las células cerebrales se encuentran mejor oxigenadas y alimentadas y esto contribuye a que estén más sanas. Aún siendo esto un aspecto importante, el ejercicio produce una gran variedad de efectos sobre el cerebro, que sólo ahora estamos empezando a conocer, y que no se pueden explicar exclusivamente por un aporte mayor de nutrientes. Por ejemplo, no sólo la actividad intelectual es importante para mantener la capacidad intelectual a medida que se envejece; el ejercicio físico también lo es, y aún no entendemos bien cómo. El ejercicio ha demostrado ser un método excelente de protección frente a enfermedades neurodegenerativas, e incluso puede ayudar a disminuir el impacto de estas enfermedades. En este artículo nos ocupamos de los mecanismos responsables de estos efectos beneficiosos, aunque hemos de decir que todavía no los conocemos en detalle.
Básicamente, el ejercicio parece activar una serie de procesos encargados de mantener y proteger a las células nerviosas, lo que podemos llamar sistemas de neuroprotección fisiológica. Si el ejercicio protege al cerebro de las agresiones tanto internas como externas a las que se ve sometido a lo largo de la vida, es evidente que la vida sedentaria, muy acentuada en las sociedades modernas, es un factor de riesgo para enfermedades neurodegenerativas, tan devastadoras en la sociedad actual. El mensaje parece sencillo: las enfermedades neurodegenerativas pueden agruparse, junto con las coronarias, dentro del conjunto de patologías en las que la vida sedentaria es un factor de riesgo.
Primero debemos aclarar a qué nos referimos con “ejercicio físico”. Desde luego no estamos hablando de una vida de deportista. Nuestra sociedad ha llegado a tal grado de sedentarismo que a lo que nos referimos aquí casi se podría catalogar de mera “actividad física”. En nuestros estudios en el laboratorio sometemos a los animales de experimentación (roedores) a niveles de ejercicio muy modestos. Les hacemos andar a paso rápido 1 Km. al día. En su hábitat natural, estos roedores pueden recorrer a diario distancias muy superiores, a gran velocidad y sin gran esfuerzo. Si lo traducimos a escala humana, probablemente estemos hablando de unos pocos kilómetros al día andados a paso vivo. Es decir, lo que los médicos llevan años recomendando a aquellas personas de irredentos hábitos sedentarios. Probablemente, cuanto más ejercicio se haga – tomando como base esta mínima actividad-, tanto más beneficioso será. Vamos a intentar razonar por qué, ya que contamos con observaciones en el laboratorio que nos ayudan a explicarlo.
Haremos primero un mínimo de historia retrospectiva para situar mejor nuestros argumentos. Nuestros antepasados, y no tenemos que irnos hasta el hombre de Cromagnon, simplemente hasta antes de la revolución industrial, se veían forzados a realizar todo tipo de tareas físicas en su quehacer cotidiano. El cuerpo humano está diseñado para mantener una actividad física constante, que para el hombre de hoy puede considerarse muy elevada: correr, brincar, trepar, etc. durante muchas horas al día. La fisiología humana se ha desarrollado, por tanto, para cubrir estas necesidades físicas; y más aún, la requiere. Mientras que nuestros hábitos han cambiado en poco menos de 1 siglo, nuestra fisiología sigue siendo la misma. Éste es el argumento que siempre se ha utilizado para explicar los efectos nocivos del estrés asociado a la vida moderna; un mecanismo de adaptación fisiológica al hábitat natural humano que deja de tener utilidad (de hecho, en el caso de la respuesta de estrés ésta es nociva) en un hábitat transformado drásticamente por la civilización. Para entendernos, el cuerpo humano necesita la actividad física para mantener una serie de funciones básicas.
Esto no es nada nuevo. Lo que ocurre es que una de estas funciones básicas, de la que hasta ahora no se hablaba, es mantener la salud de nuestras neuronas. Y ésto aparece conectado a la actividad física. ¿Cómo, y para qué? Del cómo nos vamos a ocupar de forma detallada, del para qué, podemos decir que es consecuencia de cómo está construido el cuerpo humano (y el de los animales, ya que esto no es exclusividad humana; estamos hablando de mecanismos de organización funcional muy primitivos). Actividad y capacidad funcional están íntimamente ligadas. Pondremos un ejemplo conocido, y que tiene directa implicación al caso que nos ocupa. Las áreas cerebrales dedicadas (entre otras muchas cosas) a una tarea que podemos concretar, por ejemplo, a mover los dedos de la mano, están más desarrolladas en individuos que hacen uso de sus manos de forma intensa, por ejemplo, por motivos profesionales, como los músicos (Merzenich et al., 1996). Ésto se explica porque el uso intensivo de los circuitos neuronales no sólo favorece su mantenimiento sino que incluso produce una expansión física de los mismos: cuanto más se realiza una tarea, tantas más neuronas se van dedicando a ella y por lo tanto esta tarea se va perfeccionando en su ejecución (de nuevo el ejemplo de los músicos). Se produce lo que llamamos en términos técnicos un “reclutamiento” de nuevas neuronas. Estas nuevas neuronas generalmente se hallan contiguas a las que están activas, y así se va produciendo la expansión de las áreas cerebrales. Desde luego esto sucede a expensas de que otras áreas, comparativamente menos utilizadas, disminuyan su tamaño. Se produce de esta forma una especialización, que por supuesto es dinámica.
Por el contrario, mover el cuerpo mientras se realiza ejercicio requiere una activación cerebral generalizada, ya que no sólo se trata de mover de forma coordinada grupos musculares, sino también de aumentar el flujo sanguíneo, el consumo de glucosa, la respiración, el ritmo cardíaco, la capacidad del sistema sensorial y propioceptivo, etc. Todo esto está regulado por distintos centros nerviosos distribuidos en zonas muy dispares del cerebro. Por lo tanto, la diferencia estriba en que el ejercicio físico activa amplias zonas cerebrales, y no unas pocas concretas. Un símil muy usado por los que trabajamos en este fenómeno, al que llamamos “plasticidad” de las neuronas, es que el cerebro es un músculo más, y cuanto más se usa, más se desarrolla. Esto puede parecer hasta una simpleza, pero no es así, y mucho menos cuando consideramos las consecuencias prácticas de esta propiedad funcional del cerebro: se pueden desarrollar estrategias combinando actividad física con actividad mental para prevenir enfermedades neurodegenerativas y a la vez mantener en buen estado, a medida que envejecemos, las capacidades intelectuales. Un dato epidemiológico que apoya este tipo de conclusiones es que las personas con mayor índice cultural, más proclives a utilizar su capacidad intelectual, tienen una menor incidencia de demencia senil (Stern et al., 1999).
Podemos resumir diciendo que el que la capacidad funcional de las neuronas dependa del uso que se haga de ellas supone una optimización continuada de los recursos: se dedican a una tarea tantas neuronas como hagan falta, y si la tarea cada vez demanda más dedicación, el número o capacidad funcional de las neuronas aumenta. Si la tarea va demandando menos esfuerzo, las neuronas encargadas de ella se reutilizarán para otras tareas o acabarán infrautilizadas. En este contexto, la infrautilización determina finalmente una atrofia funcional. ¿Es éste el proceso de envejecimiento cerebral? No, pero un cerebro menos estimulado está sujeto a mayor deterioro que uno estimulado (Hultsch et al., 1999).
¿Cómo estimula el ejercicio físico al cerebro?
Hemos de empezar reconociendo que aún no lo sabemos, sólo estamos empezando a conocer algunos de los mecanismos implicados. Los mejor establecidos son aquellos mecanismos de respuesta inmediata a las demandas que el ejercicio produce y que por lo tanto son de tipo adaptativo. Cuando realizamos una actividad física, aparte de coordinar el movimiento de los músculos implicados en el movimiento que se esté realizando, el cerebro coordina todas las funciones corporales necesarias para que esos músculos funcionen correctamente en una situación que básicamente demanda un mayor consumo de energía. Los mecanismos metabólicos activados y controlados por el cerebro se conocen razonablemente bien desde hace años, y están detalladamente descritos en los manuales de fisiología (http://www.els.net/). Las señales que envía el cuerpo para que el cerebro ponga en marcha las adaptaciones fisiológicas necesarias a la nueva situación que el ejercicio demanda no están establecidas, pero se cree que incluyen cambios en la concentración de metabolitos sanguíneos, de la concentración de CO2 en la sangre, del pH sanguíneo, y otros.
Sin embargo, existen cambios en el cerebro, que no están relacionados con el control de funciones metabólicas asociadas a la ejecución del ejercicio, tales como la respiración, el pulso cardíaco o el consumo de glucosa, sino con las características funcionales de las propias neuronas. En 1995 fue publicada una pequeña nota en la revista Nature, que hacía referencia a las acciones del ejercicio sobre el cerebro desde una perspectiva inusual: ratones que podían correr a diario dentro de sus jaulas, mostraban aumentos en la síntesis de factores neurotróficos en zonas concretas del cerebro que no se daban en sus hermanos sedentarios (Neeper et al., 1995). Como las neurotrofinas son substancias de tipo hormonal que ejercen todo tipo de efectos positivos sobre las neuronas adultas, esto sugería que el ejercicio protege a las neuronas. Durante unos años esta observación pasó relativamente inadvertida, aunque se continuó analizando la relación entre factores neurotróficos y ejercicio físico, llegándose a la conclusión de que la producción cerebral de algunos de estos factores protectores de la salud de las neuronas se estimula por el ejercicio físico (Isaacs et al., 1992; Kramer et al., 1999; Neeper et al., 1996).
Dos líneas de trabajo independientes han hecho que recientemente se esté prestando más atención a la conexión entre ejercicio y funcionamiento cerebral. La primera se refiere a la observación de hace ya unas décadas de que el ambiente incide de forma insospechadamente importante en el desarrollo y mantenimiento de la capacidad de aprendizaje y memoria. Experimentos ya antiguos muestran que los ambientes que proporcionan una mayor cantidad y calidad de estímulos favorecen un mayor desarrollo cerebral, tanto desde el punto de vista anatómico, como funcional (Greenough et al., 1987). En el laboratorio llamamos a esto un ambiente “enriquecido”. De hecho, los programas pedagógicos tan en boga en la actualidad, dirigidos a niños de corta edad, se basan en gran medida en este tipo de observaciones. Estudios más recientes han mostrado que una parte importante de los efectos beneficiosos sobre el cerebro de este ambiente “enriquecido” se deben a que este ambiente siempre incluye realizar una mayor actividad física. Por ejemplo, la mera realización diaria de ejercicio físico es suficiente para hacer que los animales de experimentación produzcan más neuronas (aunque es un hecho poco conocido aún, el cerebro continua formando nuevas neuronas a lo largo de toda la vida) o que las que ya tienen no se pierdan a medida que envejecen (Larsen et al., 2000; van Praag et al., 1999).
El segundo tipo de observaciones viene derivado del estudio sobre la fisiología del deporte. Analizando cómo se promueve el desarrollo muscular por las llamadas hormonas anabólicas, se vio que el ejercicio estimula la liberación a la sangre de hormona de crecimiento (GH, de su nombre inglés ‘Growth Hormone’), que es la principal responsable del crecimiento del cuerpo (Eliakim et al., 1999). La GH a su vez hace que el hígado produzca un factor de crecimiento denominado IGF-I (de su nombre en inglés ‘ Insuline-like Growth Factor I; ver Figura 1). El IGF-I hace que el músculo crezca en tamaño. Esto lo saben bien los culturistas, que utilizan esta sustancia de forma clandestina, para promover crecimiento muscular masivo. Pues bien, el IGF-I es un factor neurotrófico muy potente (Torres-Alemán, 2001). Como ésto se conoce tan sólo desde hace unos años, sólo muy recientemente se ha relacionado la capacidad neurotrófica del IGF-I con la práctica de ejercicio. Como el ejercicio físico estimula al eje hormonal GH-IGF-I, pensamos que era posible que el ejercicio ejerciera efectos protectores sobre el cerebro a través del IGF-I. Cuando comparamos los efectos del ejercicio y del IGF-I sobre el cerebro vimos que eran idénticos (Carro et al., 2000). Es más, si impedíamos que el IGF-I funcionara, también interrumpíamos los efectos del ejercicio sobre el cerebro. Esto nos hizo considerar al IGF-I como un mensajero que utiliza el cuerpo para informar al cerebro de que se está produciendo una situación de ejercicio físico. En el laboratorio hemos comprobado que cuando se realiza ejercicio, el cerebro acumula más IGF-I producido por el hígado (Carro et al., 2000).
◘Conclusiones
Realizar ejercicio físico moderado es beneficioso para mantener el cerebro sano y prevenir enfermedades neurodegenerativas. El ejercicio estimula al cerebro de dos formas principales: 1) Mantiene un aporte adecuado de nutrientes interviniendo en la homeostasis de la glucosa y del oxígeno y en los procesos de vascularización cerebral, y 2) Optimiza la eficacia funcional de las neuronas interviniendo en procesos de excitabilidad neuronal y de plasticidad sináptica. Estamos empezando a conocer algunos de los mecanismos implicados en los efectos beneficiosos del ejercicio sobre el cerebro, que sorprendentemente incluyen a una hormona producida por el hígado.
Básicamente, el ejercicio parece activar una serie de procesos encargados de mantener y proteger a las células nerviosas, lo que podemos llamar sistemas de neuroprotección fisiológica. Si el ejercicio protege al cerebro de las agresiones tanto internas como externas a las que se ve sometido a lo largo de la vida, es evidente que la vida sedentaria, muy acentuada en las sociedades modernas, es un factor de riesgo para enfermedades neurodegenerativas, tan devastadoras en la sociedad actual. El mensaje parece sencillo: las enfermedades neurodegenerativas pueden agruparse, junto con las coronarias, dentro del conjunto de patologías en las que la vida sedentaria es un factor de riesgo.
Primero debemos aclarar a qué nos referimos con “ejercicio físico”. Desde luego no estamos hablando de una vida de deportista. Nuestra sociedad ha llegado a tal grado de sedentarismo que a lo que nos referimos aquí casi se podría catalogar de mera “actividad física”. En nuestros estudios en el laboratorio sometemos a los animales de experimentación (roedores) a niveles de ejercicio muy modestos. Les hacemos andar a paso rápido 1 Km. al día. En su hábitat natural, estos roedores pueden recorrer a diario distancias muy superiores, a gran velocidad y sin gran esfuerzo. Si lo traducimos a escala humana, probablemente estemos hablando de unos pocos kilómetros al día andados a paso vivo. Es decir, lo que los médicos llevan años recomendando a aquellas personas de irredentos hábitos sedentarios. Probablemente, cuanto más ejercicio se haga – tomando como base esta mínima actividad-, tanto más beneficioso será. Vamos a intentar razonar por qué, ya que contamos con observaciones en el laboratorio que nos ayudan a explicarlo.
Haremos primero un mínimo de historia retrospectiva para situar mejor nuestros argumentos. Nuestros antepasados, y no tenemos que irnos hasta el hombre de Cromagnon, simplemente hasta antes de la revolución industrial, se veían forzados a realizar todo tipo de tareas físicas en su quehacer cotidiano. El cuerpo humano está diseñado para mantener una actividad física constante, que para el hombre de hoy puede considerarse muy elevada: correr, brincar, trepar, etc. durante muchas horas al día. La fisiología humana se ha desarrollado, por tanto, para cubrir estas necesidades físicas; y más aún, la requiere. Mientras que nuestros hábitos han cambiado en poco menos de 1 siglo, nuestra fisiología sigue siendo la misma. Éste es el argumento que siempre se ha utilizado para explicar los efectos nocivos del estrés asociado a la vida moderna; un mecanismo de adaptación fisiológica al hábitat natural humano que deja de tener utilidad (de hecho, en el caso de la respuesta de estrés ésta es nociva) en un hábitat transformado drásticamente por la civilización. Para entendernos, el cuerpo humano necesita la actividad física para mantener una serie de funciones básicas.
Esto no es nada nuevo. Lo que ocurre es que una de estas funciones básicas, de la que hasta ahora no se hablaba, es mantener la salud de nuestras neuronas. Y ésto aparece conectado a la actividad física. ¿Cómo, y para qué? Del cómo nos vamos a ocupar de forma detallada, del para qué, podemos decir que es consecuencia de cómo está construido el cuerpo humano (y el de los animales, ya que esto no es exclusividad humana; estamos hablando de mecanismos de organización funcional muy primitivos). Actividad y capacidad funcional están íntimamente ligadas. Pondremos un ejemplo conocido, y que tiene directa implicación al caso que nos ocupa. Las áreas cerebrales dedicadas (entre otras muchas cosas) a una tarea que podemos concretar, por ejemplo, a mover los dedos de la mano, están más desarrolladas en individuos que hacen uso de sus manos de forma intensa, por ejemplo, por motivos profesionales, como los músicos (Merzenich et al., 1996). Ésto se explica porque el uso intensivo de los circuitos neuronales no sólo favorece su mantenimiento sino que incluso produce una expansión física de los mismos: cuanto más se realiza una tarea, tantas más neuronas se van dedicando a ella y por lo tanto esta tarea se va perfeccionando en su ejecución (de nuevo el ejemplo de los músicos). Se produce lo que llamamos en términos técnicos un “reclutamiento” de nuevas neuronas. Estas nuevas neuronas generalmente se hallan contiguas a las que están activas, y así se va produciendo la expansión de las áreas cerebrales. Desde luego esto sucede a expensas de que otras áreas, comparativamente menos utilizadas, disminuyan su tamaño. Se produce de esta forma una especialización, que por supuesto es dinámica.
Por el contrario, mover el cuerpo mientras se realiza ejercicio requiere una activación cerebral generalizada, ya que no sólo se trata de mover de forma coordinada grupos musculares, sino también de aumentar el flujo sanguíneo, el consumo de glucosa, la respiración, el ritmo cardíaco, la capacidad del sistema sensorial y propioceptivo, etc. Todo esto está regulado por distintos centros nerviosos distribuidos en zonas muy dispares del cerebro. Por lo tanto, la diferencia estriba en que el ejercicio físico activa amplias zonas cerebrales, y no unas pocas concretas. Un símil muy usado por los que trabajamos en este fenómeno, al que llamamos “plasticidad” de las neuronas, es que el cerebro es un músculo más, y cuanto más se usa, más se desarrolla. Esto puede parecer hasta una simpleza, pero no es así, y mucho menos cuando consideramos las consecuencias prácticas de esta propiedad funcional del cerebro: se pueden desarrollar estrategias combinando actividad física con actividad mental para prevenir enfermedades neurodegenerativas y a la vez mantener en buen estado, a medida que envejecemos, las capacidades intelectuales. Un dato epidemiológico que apoya este tipo de conclusiones es que las personas con mayor índice cultural, más proclives a utilizar su capacidad intelectual, tienen una menor incidencia de demencia senil (Stern et al., 1999).
Podemos resumir diciendo que el que la capacidad funcional de las neuronas dependa del uso que se haga de ellas supone una optimización continuada de los recursos: se dedican a una tarea tantas neuronas como hagan falta, y si la tarea cada vez demanda más dedicación, el número o capacidad funcional de las neuronas aumenta. Si la tarea va demandando menos esfuerzo, las neuronas encargadas de ella se reutilizarán para otras tareas o acabarán infrautilizadas. En este contexto, la infrautilización determina finalmente una atrofia funcional. ¿Es éste el proceso de envejecimiento cerebral? No, pero un cerebro menos estimulado está sujeto a mayor deterioro que uno estimulado (Hultsch et al., 1999).
¿Cómo estimula el ejercicio físico al cerebro?
Hemos de empezar reconociendo que aún no lo sabemos, sólo estamos empezando a conocer algunos de los mecanismos implicados. Los mejor establecidos son aquellos mecanismos de respuesta inmediata a las demandas que el ejercicio produce y que por lo tanto son de tipo adaptativo. Cuando realizamos una actividad física, aparte de coordinar el movimiento de los músculos implicados en el movimiento que se esté realizando, el cerebro coordina todas las funciones corporales necesarias para que esos músculos funcionen correctamente en una situación que básicamente demanda un mayor consumo de energía. Los mecanismos metabólicos activados y controlados por el cerebro se conocen razonablemente bien desde hace años, y están detalladamente descritos en los manuales de fisiología (http://www.els.net/). Las señales que envía el cuerpo para que el cerebro ponga en marcha las adaptaciones fisiológicas necesarias a la nueva situación que el ejercicio demanda no están establecidas, pero se cree que incluyen cambios en la concentración de metabolitos sanguíneos, de la concentración de CO2 en la sangre, del pH sanguíneo, y otros.
Sin embargo, existen cambios en el cerebro, que no están relacionados con el control de funciones metabólicas asociadas a la ejecución del ejercicio, tales como la respiración, el pulso cardíaco o el consumo de glucosa, sino con las características funcionales de las propias neuronas. En 1995 fue publicada una pequeña nota en la revista Nature, que hacía referencia a las acciones del ejercicio sobre el cerebro desde una perspectiva inusual: ratones que podían correr a diario dentro de sus jaulas, mostraban aumentos en la síntesis de factores neurotróficos en zonas concretas del cerebro que no se daban en sus hermanos sedentarios (Neeper et al., 1995). Como las neurotrofinas son substancias de tipo hormonal que ejercen todo tipo de efectos positivos sobre las neuronas adultas, esto sugería que el ejercicio protege a las neuronas. Durante unos años esta observación pasó relativamente inadvertida, aunque se continuó analizando la relación entre factores neurotróficos y ejercicio físico, llegándose a la conclusión de que la producción cerebral de algunos de estos factores protectores de la salud de las neuronas se estimula por el ejercicio físico (Isaacs et al., 1992; Kramer et al., 1999; Neeper et al., 1996).
Dos líneas de trabajo independientes han hecho que recientemente se esté prestando más atención a la conexión entre ejercicio y funcionamiento cerebral. La primera se refiere a la observación de hace ya unas décadas de que el ambiente incide de forma insospechadamente importante en el desarrollo y mantenimiento de la capacidad de aprendizaje y memoria. Experimentos ya antiguos muestran que los ambientes que proporcionan una mayor cantidad y calidad de estímulos favorecen un mayor desarrollo cerebral, tanto desde el punto de vista anatómico, como funcional (Greenough et al., 1987). En el laboratorio llamamos a esto un ambiente “enriquecido”. De hecho, los programas pedagógicos tan en boga en la actualidad, dirigidos a niños de corta edad, se basan en gran medida en este tipo de observaciones. Estudios más recientes han mostrado que una parte importante de los efectos beneficiosos sobre el cerebro de este ambiente “enriquecido” se deben a que este ambiente siempre incluye realizar una mayor actividad física. Por ejemplo, la mera realización diaria de ejercicio físico es suficiente para hacer que los animales de experimentación produzcan más neuronas (aunque es un hecho poco conocido aún, el cerebro continua formando nuevas neuronas a lo largo de toda la vida) o que las que ya tienen no se pierdan a medida que envejecen (Larsen et al., 2000; van Praag et al., 1999).
El segundo tipo de observaciones viene derivado del estudio sobre la fisiología del deporte. Analizando cómo se promueve el desarrollo muscular por las llamadas hormonas anabólicas, se vio que el ejercicio estimula la liberación a la sangre de hormona de crecimiento (GH, de su nombre inglés ‘Growth Hormone’), que es la principal responsable del crecimiento del cuerpo (Eliakim et al., 1999). La GH a su vez hace que el hígado produzca un factor de crecimiento denominado IGF-I (de su nombre en inglés ‘ Insuline-like Growth Factor I; ver Figura 1). El IGF-I hace que el músculo crezca en tamaño. Esto lo saben bien los culturistas, que utilizan esta sustancia de forma clandestina, para promover crecimiento muscular masivo. Pues bien, el IGF-I es un factor neurotrófico muy potente (Torres-Alemán, 2001). Como ésto se conoce tan sólo desde hace unos años, sólo muy recientemente se ha relacionado la capacidad neurotrófica del IGF-I con la práctica de ejercicio. Como el ejercicio físico estimula al eje hormonal GH-IGF-I, pensamos que era posible que el ejercicio ejerciera efectos protectores sobre el cerebro a través del IGF-I. Cuando comparamos los efectos del ejercicio y del IGF-I sobre el cerebro vimos que eran idénticos (Carro et al., 2000). Es más, si impedíamos que el IGF-I funcionara, también interrumpíamos los efectos del ejercicio sobre el cerebro. Esto nos hizo considerar al IGF-I como un mensajero que utiliza el cuerpo para informar al cerebro de que se está produciendo una situación de ejercicio físico. En el laboratorio hemos comprobado que cuando se realiza ejercicio, el cerebro acumula más IGF-I producido por el hígado (Carro et al., 2000).
◘Conclusiones
Realizar ejercicio físico moderado es beneficioso para mantener el cerebro sano y prevenir enfermedades neurodegenerativas. El ejercicio estimula al cerebro de dos formas principales: 1) Mantiene un aporte adecuado de nutrientes interviniendo en la homeostasis de la glucosa y del oxígeno y en los procesos de vascularización cerebral, y 2) Optimiza la eficacia funcional de las neuronas interviniendo en procesos de excitabilidad neuronal y de plasticidad sináptica. Estamos empezando a conocer algunos de los mecanismos implicados en los efectos beneficiosos del ejercicio sobre el cerebro, que sorprendentemente incluyen a una hormona producida por el hígado.
miércoles, 24 de agosto de 2016
Ejercicios para el Dolor de Espalda
Estiramientos efectivos para liberarte del Dolor
Te dejamos unos ejercicios para que hagas en la oficina!La raíz del dolor de baja es producido especialmente por músculos débiles. Los músculos de la espalda, glúteos y abdomen son
conocidos como los músculos de la base y también por sostener la columna. Algunos ejercicios son recomendables, ya que pueden reducir, prevenir e incluso eliminar, el dolor de espalda.
Músculos abdominales fuertes apoyan la espalda baja y también previenen el dolor de espalda inferior. Unos cuádriceps fuertes, que es la parte delantera de los músculos del muslo, son muy importantes para prevenir lesiones.
El acortamiento de los músculos también puede causar dolor de espalda, ya que tiran la columna vertebral fuera de alineación. Con la ayuda de ejercicios de estiramiento, los músculos encogidos se alargan y así ayudan a aliviar el dolor de espalda.
La alineación de la columna vertebral se ve afectada por un músculo estrecho de la espalda, por nalgas apretadas, músculos tensos en la parte frontal de la cadera y cuádriceps, incluso por isquiotibiales apretados (parte posterior de los músculos del muslo).
Es aconsejable estirar la espalda con la ayuda de ejercicios de estiramiento, ya que aumenta la movilidad de las articulaciones de la columna vertebral.
Ejercicios de estiramiento para la espalda
Puedes hacer ejercicios de estiramiento todos los días, incluso cada dos días será suficiente. Para aquellas personas que sufren de ciática o de otros tipos de dolor de espalda o tensión, los estiramientos específicos a menudo se recomiendan al menos dos veces al día. Es necesario consultar a un médico o un fisioterapeuta si alguien experimenta dolor de espalda. Se le prescribirán los ejercicios de acuerdo a la causa del dolor.
Antes de hacer ejercicios, se requiere calentar. Puedes hacer cinco minutos de caminata o bicicleta estática, bicicleta elíptica o incluso caminar sobre el terreno. Antes de hacer ejercicios de estiramiento es necesario calentar, de lo contrario dará lugar a lesiones en la espalda porque los músculos calientes son más flexibles que los músculos fríos, y son menos propensos a romperse.
Si te enfrentas con problemas en la espalda antes de hacer ejercicios, sobre todo lo que implica torcer o arquear la espalda, debes consultar a un médico.
Algunos importantes ejercicios para la espalda:
1. Inclinación de la pelvis: Se asocia con ejercicios de estiramiento para la espalda baja y de fortalecimiento de abdominales.
2. Giro básico: Se relaciona con ejercicios de estiramiento de la espalda baja.
3. El Gato: Este ejercicio se asocia con ejercicios de estiramiento de la zona posterior.
4. La Cobra: Este ejercicio se relaciona con estiramientos de pecho, espalda baja y abdominales.
5. Estiramiento de Pecho: Está relacionado con ejercicio en el pecho.
Otros ejercicios de estiramiento importantes son: los de hombros, espalda, estiramiento de brazos, de rodillas hacia el pecho, al lado, estirar la cintura, estiramiento del piriforme, estiramiento isquiotibiales, etc. Todos estos ejercicios, realizados bajo la supervisión del fisioterapeuta, son muy eficaces en el alivio del dolor de espalda.
Lic. Mariano de Alzáa
Osteopatía
Deportología
Kinesiología
Prof. Univ. Educ. Física
http://osteopatiaydeporte.com.ar/nuestrapropuesta.html
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TEL 15-5567 3748
viernes, 19 de agosto de 2016
miércoles, 17 de agosto de 2016
sábado, 13 de agosto de 2016
10 Consejos para hacer tu mejor carrera
Llevas entrenando durante mucho tiempo, meses, y estás deseando que llegue el gran día de la carrera para ver el resultado del duro trabajo, pero cuidado, quizá por los nervios o por querer hacerlo todo a la perfección puedes cometer algún error el día D o los días previos. Esas improvisaciones pueden costarte la carrera e influir en tu rendimiento, así que vamos a ver una lista de consejos para carreras que puedes seguir para que todo vaya a la perfección y consigas tu objetivo.
1. Consejos para carreras: prohibido estrenar equipación
Como decía, una de las cosas más importantes que hay que meterse en la cabeza es no introducir ninguna novedad el día de la carrera. Es normal pensar que cuidando o cambiando algunos detalles podemos correr mejor, pero es un error. Hay que correr la carrera con la misma ropa, zapatillas y accesorios con los que normalmente entrenamos y nunca estrenar nada.
No sabes si esas zapatillas o camiseta nueva te van a hacer rozaduras, así que mejor no arriesgar. Del mismo modo tampoco hay que innovar a la hora del desayuno, hay que tomar lo que acostumbremos, ni más ni menos. Y exactamente lo mismo para los suplementos deportivos y bebidas energéticas. Si pensamos llevar algún gel o comida durante la carrera, hay que probarlo primero en los entrenamientos y comprobar que no nos sienta mal.
2. Reduce los entrenamientos
El llamado "tapering" es muy importante, es decir, la reducción del volumen de entrenamiento antes del día de la competición. Esta reducción es necesaria y se debe incluir en cualquier plan. Ese periodo servirá al cuerpo para asimilar todo el trabajo realizado en las semanas/meses anteriores, así como ayudar a una recuperación y descanso.
Los días previos a la carrera nos aparecen las dudas y fantasmas en la cabeza, haciéndonos pensar que no hemos entrenado lo suficiente, pero hay que tranquilizarse y realizar ningún entrenamiento express. De nada sirve llegar a la línea de salida cansado.
3. El factor sueño
También es normal que la noche antes del gran día nos cueste dormir. Estamos nerviosos y pensando en mil cosas que no debemos olvidar y preparar y puede que no durmamos lo suficiente, pero no te preocupes. Según distintos estudios, las horas de sueño del día de la carrera no son tan importantes en el rendimiento que conseguiremos, influye más el descanso que hemos conseguido en los días anteriores.
4. Descansa las piernas
Antes de cualquier gran carrera, también suele haber una gran "feria o exposición del corredor", es normal que la visitemos para ver que hay por ahí, recoger el dorsal o comprar algo aprovechando los descuentos que suele haber para la ocasión. Pero cuidado, tampoco es cuestión de pegarse todo el día de un lado para otro cuando al día siguiente tenemos que madrugar y hacer unos cuantos kilómetros.
5. La hidratación
Todos sabemos lo importante que es mantenerse hidratado, pero esto hay que cuidarlo día a día y no querer llenarse por completo la mañana de la carrera sólo porque tenemos que correr. La hidratación debe venir de días anteriores. Aquí también hay que mencionar lo que hemos dicho en el primer punto, no hay que probar nuevas bebidas el día de la carrera.
Del mismo modo, también hay que controlar el momento en el que dejamos de beber antes de la salida, tanto por la pesadez que tendremos en el estómago como por las visitas al baño.
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6. El desayuno
El día de la carrera necesitamos tener suficiente energía, pero como hemos dicho antes, nada de probar cosas nuevas. El día anterior hay que hacer un buen desayuno, comida y cena ligera, ricas en hidratos.
Hay que evitar los alimentos altos en fibra el día de la competición y desayunar al menos 2 o 3 horas antes del inicio, asegurándonos de hacer una buena digestión para no sentir molestias mientras corremos. Estos consejos para carreras son fundamentales.
7. El ritmo inicial
Este es otro de los puntos difíciles, no empezar la carrera a un ritmo muy superior al que podemos llevar. Es normal que por la emoción, el ambiente, etcétera, salgamos muy rápido y no podamos aguantar ese ritmo durante mucho tiempo. Es mejor salir tranquilo, conservador e ir acelerando kilómetro a kilómetro. Lo mejor para controlarse es, además de utilizar un dispositivo GPS que nos marque el ritmo o una aplicación para smartphone, ir acompañado por otros corredores que sabemos que llevarán un ritmo similar al nuestro y para esto es necesario colocarnos bien en la salida.
No cuesta nada pensar en los demás y colocarse en la posición que nos corresponde en la línea de salida, no ponerse en primera fila si vamos a ir un ritmo mucho más lento que los que nos rodean. Podemos obstaculizar al resto de corredores e incluso provocar algún encontronazo o caída.
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8. Conocer el recorrido
Si no conocemos el circuito de la carrera, podemos estudiarlo para no llevarnos sorpresas una vez estemos corriendo. Puedes familiarizarte con los giros y subidas, saber la elevación de cada tramo para tener una estrategia fijada y reservar fuerzas. Puedes trazar las curvas por el interior, pero ojo, respetando el recorrido y no hacer como algunos "recortadores" que atajan directamente por aceras y cuando llegan a meta han corrido 500 o 600 metros menos y además van alardeando de su marca.
9. Concéntrate
El día de la carrera, céntrate, preocúpate de ti mismo y no de los demás. Tienes tu plan y debes seguir sus pasos para conseguir tu objetivo, no te entretengas ni gastes fuerzas preocupándote por cosas que no están en tu mano, por ejemplo, del tiempo que va a hacer. Si llueve tu única precaución será llevar la ropa adecuada pero nada más, no puedes hacer nada contra la lluvia. Más épica será la carrera
10. Se optimista
Cuando estés corriendo pasarás momentos difíciles. Hay que pensar en positivo, no venirse abajo y tratar de ir paso a paso, transformando los pensamientos negativos en energías para afrontar lo que queda de carrera.
Pensar en todo el esfuerzo y meses de entrenamiento hasta llegar a ese momento y muy importante, en todo el apoyo que has recibido de tus amigos y familiares y que seguramente te estén esperando en la Meta.
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